O SALDO.
(El agua que da un “Salto”)
Nombre corto, en la fabla de esta tierra, para denominar a tan bello y escondido lugar.
Durante muchos años ha sido un desconocido para toda persona que no fuera de estas cercanas tierras de la Bal de Tena. Hoy, ya dado a conocer, se nos presenta como una de las joyas que adornan estos paisajes.
O Saldo se encuentra escondido en el curso del río que se va encajonando desde el ibón de su nombre hasta que se abraza al Gállego, ya en el pueblo de Escarrilla. Río que nace al pie de Punta Escarra y de donde recibe su nombre. Allí bajaban a beber los animales que pastaban por sus cercanas y altas praderas. Y desde donde se tomó agua potable para abastecer a los habitantes de Escarrilla. Las praderas de pasto eran las de altura, reservándose las cercanas al pueblo
para la poca agricultura que se realizaba. Con el paso del tiempo la “patata de altura” fue cogiendo mucho nombre, además de ser el alimento básico en los pucheros que se cocinaban para dar de comer a las personas de casa. Y la patata de Escarrilla era bien conocida en los mercados de Aragón. Pero eso fue en otros tiempos, aunque todavía no muy lejanos.
El acceso hasta este pintoresco rincón no es difícil. Hay varias rutas muy bien señalizadas y cada persona deberá decidir por dónde le conviene acercarse. Es un paseo de montaña de unos 3 km de longitud, donde lo importante es el paisaje que lo adorna. Pararse, respirar y extender la vista, sin prisas, es algo muy recomendable. O Saldo se resguarda entre la Peña del Solano y los Sarriales, en el terreno conocido como Lembedas. El Solano en contraposición al Pazino. Lo soleado frente a lo umbrío. Los Sarriales o caídas libres de torrenteras, cuando el deshielo o las tormentas. Y las Lembedas, las limpias, refiriéndose, claro está, a las aguas. Sin querer, la persona lectora se ha sumergido en una cultura muy ancestral. Con su lenguaje propio, rico y no siempre
bien defendido.
Porque esta tierra que abarcan nuestros ojos fue lugar de encuentro y convivencia de lo que se denominaron tribus o pueblos. En definitiva, grupos humanos trashumantes, en un principio, con sus ganados, que poco a poco se fueron asentando, formando, al comienzo, pequeños núcleos llamados “Bicos” para irse agrupando en tiempos posteriores hasta formar los “Quiñones”.
Estos grupos traían su lenguaje propio, sus costumbres, que iban mezclándose con las de otros grupos y generando un modo de entenderse oralmente. Bien es verdad que la fabla tiene mucho de la influencia “romana”, de la cultura latina. Pero, asimismo, ha recibido otras influencias como del antiguo vascuence, de lo céltico, incluso del árabe que también se habló. Todos ellos fueron adornando este bello lenguaje del que hoy destacamos “O Saldo”.
En este lugar es el río Escarra quien, con la naturaleza, parece jugar a la comba entre las rocas, saltando sin dejarse atrapar y camuflándose en un hermoso pozo de agua.
Hay que ponerse enfrente, mirarlo detenidamente para entender su corto nombre que lo podríamos traducir como “el agua que da un salto”. Y sonreír con ello.
Y ahora hagan un ejercicio de fantasía. Imaginen que el agua cae desde lo más alto de la peña. Como así sucedió. Y la cantidad de miles de años que el agua ha necesitado para ir abriéndose camino entre las dos rocas y llegar a donde ha llegado para deleitarnos con su “salto” al fresco pozo que hay debajo.
Lugar magnífico para pararse y escuchar el sonido musical del agua sobre el vacío perdiéndose en el pozo. Espacio que bien se merece cuidarlo con esmero, con respeto, con pulcritud… Porque, aunque escondida, quizás estemos contemplando una obra natural de más de 40 millones de años.
Nuestros antepasados, lejanos y cercanos, ya lo hicieron, incluso con veneración por el lugar oculto que fue. Ahora, que ya conocemos su emplazamiento, hagamos que también lo puedan admirar los que vengan por detrás.
Eduardo de la Fuente Riaño.